Duda

Lyzandro Herrera

Segunda de tres partes.- Sin embargo, es con la obra de Platón donde el mundo de las ideas aventaja a dimensión práctica. Toda la obra de Platón, discípulo de Sócrates, se dirige a la demostración del valor supremo de la verdad. El mundo de las ideas absolutas lo determina todo. La duda ya no encuentra espacio como estímulo liberador de las jaulas de un conocimiento controlado por ideas indiscutibles por ser absolutas. En la República, Platón sostenía la necesidad de una reeducación del intelecto. Debería llevarse a cabo en estructuras que prefiguran en cierto modo los campos de concentración modernos, construidos lejos de la ciudad. Para Platón el conocimiento emanaba de Dios (una deidad muy particular), como la luz. Quien se encontraba más lejos de aquella fuente era más ignorante y primitivo. Quien se acercaba a través del conocimiento y de la fe al mundo de las ideas absolutas, se elevaba de la bestialidad para devenir en filósofo. La filosofía de la duda también la podemos observar en San Agustín. La duda es, para San Agustín, un paso obligado para alcanzar la verdad. Remitiéndose a Sócrates, afirmaba que la duda misma era expresión de la verdad. No podríamos dudar si no existiera una verdad que se sustrae a la duda. La verdad, por lo tanto, no puede ser conocida en sí misma. Solamente puede ser conocida bajo forma de refutación del error. Encuentra su evidencia en la capacidad de dudar de las falsas ilusiones que oscurecen el camino hacia ella. Durante toda la Edad Media, lo maestros de la escolástica recuperaron la lección de San Agustín y la antigua retórica helénica. Lo hicieron a través de dudas y dilemas aparentemente insolubles. Medían el rigor del razonamiento como la verdad de Dios vencía de cualquier manera por encima de las dudas del hombre. Continuará…