Hail Satan

Lyzandro Herrera

Satán es el adversario. No es otro más que un oponente interno, tan necesario como un mar embravecido que obliga al marinero volverse experto. Sin la fuerza opositora, el Ser yacería permanentemente bajo la ilusión. Todas las historias de éxito cuentan siempre la adversidad que sufre el individuo, y al dominarlas, se aplaude a quien las venció, nadie admira a quien se le da todo en charola de plata. La función de este oponente, una vez dominado, controlado, transmutado, es aceptar la responsabilidad de mis decisiones y que no hay una fuerza externa que me dirija o manipule, y sabremos que todo está en uno mismo. El mal no existe desde este enfoque, y lo que llamamos adversidad, no es más que una lección que el alma necesita aprender para sacar a flote la voluntad superior. Comprendiendo esto, podremos abrazar al adversario y aceptar su trabajo a pesar de lo desagradable de sus ropajes. La adversidad es una circunstancia que nos cuesta demasiado aceptar, esta es un efecto de una Ley Superior, la Ley del Karma. No aceptamos la adversidad porque creemos que no la merecemos, pero todo en el universo es justo en su infinita sabiduría. Esta ley viene a flote y es aún más compleja de asimilar por las almas que inician el camino al conocimiento de sí mismo; pero por el hecho de no creer en ella, no implica que no se cumpla o que sus efectos sea parciales; siempre misericordiosamente, siempre se cumple. La ciencia va abriéndose paso a esta verdad en determinadas pruebas ligeramente difundidas que ha publicado, aún no aceptadas por los ortodoxos materialistas. Absolutamente todas las filosofías y escuelas de enseñanza trascendental o de orden esotérico han transmitido estas verdades, algunas más abiertamente que otras, incluso el cristianismo primitivo tenía franco entendimiento sobre esta realidad que por ciertos motivos ha sido velada actualmente. Es cuanto.