A la vuelta de la esquina

DAVID TENORIO

En Delfos, lugar que los griegos consideraban el ombligo de la tierra, existía un templo al dios Apolo. Ahí se ubicaba el oráculo, lugar en el que soberanos y simples particulares acudían, esperando recibir consejo sobre decisiones de importancia.

Creían profundamente en el arte de la predicción. Hoy en día los asuntos públicos de gran interés no se consultan a algún adivino, aunque habrá quienes seguramente si lo hagan, y las anécdotas son variadas lo mismo sobre personajes de la política estatal que nacional. 

Ahora cuando se requiere proyectar un resultado, se emplean a expertos de profesiones tan variadas y disímiles entre sí como la ingeniería, la actuaria, la antropología, y la estadística entre otras.

Tenemos en puerta un proceso electoral en la entidad, muchos quisieran saber el resultado de esa próxima elección, otros aseguran saberlo ya.

Platón, en su obra Fedro, indaga sobre quién es el verdadero amante, y nos recuerda que los falsos pretendientes deben morir. Para el caso que nos ocupa, diríase que el arte de la predicción sabrá ejecutar sin remordimientos una sentencia como esa, borrando cualquier rastro de todo aquello que se contradiga. Pero la cuestión con la que podríamos perdernos es olvidar el modo en que Platón sostenía que había que distinguir al que es verdadero del falso: el primero es aquel que no lo sabe todo y que reconoce que siempre hay un enigma pendiente de resolver. Dicho con otras palabras, el amante verdadero es aquel que da lo que no tiene. En esta contradicción radica el sueño democrático, donde la equivocación y el disenso de la minoría también forma parte de la experiencia cotidiana. Veremos lo que nos aguarda a la vuelta de la esquina.

Twitter: @David_Tenorio