Violencia

Lyzandro Herrera

Hoy en día es bastante difícil medir la verdadera magnitud de los actos de violencia en la prehistoria, ya que el estado actual del conocimiento y de las investigaciones aún no permite una evaluación certera de la importancia de este fenómeno. Se pueden formular algunos elementos para reflexionar sobre la pregunta. Por un lado, se ha observado que el número de yacimientos arqueológicos prehistóricos que atestiguan la existencia de hechos de violencia es reducido, considerando la enorme extensión geográfica de la presencia humana en la prehistoria y su larga duración (cientos de miles de años). Por otro lado, si el comportamiento violento hacia los demás es antiguo, la guerra en sí misma no ha existido siempre. Su origen parece estar ligado al desarrollo de la economía productiva, que ha llevado a una transformación radical de las estructuras sociales. La violencia, por tanto, no está inscrita en los genes humanos y su existencia está histórica y socialmente condicionada. La noción de “violencia primitiva” es un mito, y la guerra no es un elemento estrechamente ligado a la condición humana, sino el producto de sociedades y culturas correspondientes. Los estudios de los primeros grupos sociales humanos nos dicen que las comunidades de cazadores-recolectores podían resistir mejor las crisis porque sus relaciones se basaban en la ayuda mutua y la cooperación en lugar del individualismo y la competencia. En cuanto a la vida real de nuestros antepasados ​​lejanos, podemos decir que probablemente se situó en algún lugar entre la visión mítica de un “amanecer sangriento” de la humanidad y la hipótesis quimérica de una feliz “edad de oro”. Hoy en México la sombra de la violencia sin sentido está siempre presente ante la pasividad de las autoridades y ante la impotencia de la ciudadanía que ve arder en llamas la paz de este periodo tan convulsionado y visiblemente, en una gran crisis. Es cuánto.