Manual de la Feminista XVI

Amira Corrales
Dentro de la insensatez de la cultura patriarcal, el modelo que menos debe repetirse es el de las mujeres juzgando mujeres. Hemos hablado sobre la sororidad, término de las teorías de género que significa unión entre mujeres; sin embargo, adjuntar el aprendizaje de no emitir juicios de valor a través de una subjetividad alineada o enajenada, es vital para no obstaculizar que logremos una igualdad real entre mujeres y hombres. No hay que olvidar, que las normas tanto jurídicas como sociales fueron impuestas por hombres, en muchos casos, para limitar, restringir y discriminar a las mujeres, siendo las mismas mujeres, herramientas patriarcales para continuar la reproducción de esta cultura dominante que tanto daño nos hace. En las esferas de la política, la economía, la sexualidad e incluso la familiar, existen disposiciones no escritas, pero que se transmiten de generación en generación sobre cómo debe ser el comportamiento tanto de hombres como de mujeres, no siendo de ninguna manera parejo. ¿Cómo podemos examinar la discriminación, limitación o restricción de las mujeres en estos campos? Muy simple, debemos imaginar que lo que está permitido tanto social, conductual y moralmente para los hombres, estaría de la misma manera establecido para las mujeres. Al ser conscientes que esto no es así, podríamos preguntarnos: ¿qué podemos hacer para ir rompiendo estas barreras que no nos dejan vernos iguales? Un acercamiento sería de primer momento, comenzar a cambiar nuestra forma de pensar acerca de las mujeres, sin juzgarlas porque hacen mal o mejor tal trabajo, porque toman decisiones autónomas sobre el destino de su vida en pareja, familia o respecto a su sexualidad y cómo vivirla; porque si estudian tal carrera o no les gustan las tareas domésticas; o si juegan futbol o basquetbol y sino juegan con muñecas, si usan pantalón en vez de falda y muchos etcéteras. La tarea es titánica, porque hemos crecido con el mandato de vernos diferentes, otorgar mayor valor a lo masculino y minimizar lo femenino; por eso nuestro cambio es tan importante: seamos las manos que nos den libertad y no las que perpetúen el statu quo varonil.

 

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